El director del orfanato del gueto de Varsovia que creó un país para sus huérfanos y los acompañó hasta el final

Se cumplen cien años de la publicación de ‘El Rey Mateíto I’, la obra en la que el gran pedagogo polaco Janus Korczak condensó sus anhelos de una nación construida a la medida de las necesidades del niño

Janusz Korczak en 1923 con la orquesta que formó en la Casa de Huérfanos de Varsovia

En una de las últimas entradas que logra escribir en su ‘Diario del gueto’ (Seix Barral), Janus Korczak anota: «El estómago tiene hambre si no le damos alimento cuando está vacío, sin comida. El corazón tiene hambre, está triste y lleno de añoranza cuando le falta amor». La reflexión condensa su lucha por la supervivencia, la suya y la de los cerca de 200 niños a su cargo en el orfanato que dirigía en el gueto de Varsovia. Apenas unos días después, los nazis desalojaron el asilo. Le propusieron escapar hasta el último minuto, pero que él no quiso. Se puso al frente de los 192 niños y, junto a sus diez ayudantes, condujo la comitiva por las calles del gueto hasta coger el tren que les condujo directos a las cámaras de gas de Treblinka.

Korczak, que renunció a su carrera como médico para dedicarse a cuidar a los huérfanos, fue consciente en todo momento de que aquello era la crónica de una tragedia anunciada y preparó a los pequeños para afrontar su destino. En julio, los huérfanos interpretaron ‘El cartero del rey’, de Rabindranath Tagore, que narra la historia de un niño que, pese a estar en la recta final de su enfermedad y no poder salir de casa, sigue soñando con ser libre. «Es una obra muy emotiva. Korczak organizó su representación para que los niños aprendieran a enfrentarse a la muerte», afirma el historiador y escritor Mario Escobar.

También cuenta la leyenda, que, cuando dirigía a los pequeños a la estación de ferrocarril, enarbolaba la bandera del país que él mismo había creado en ‘El rey Mateíto I’ (‘El rey Matías’ en ediciones anteriores), de cuya primera publicación se cumple ahora un siglo y que ahora reedita Anaya Infantil con este motivo. Korczak dio rienda suelta a su sueño de una nación construida a la medida de las necesidades del niño en esta obra clásica de la literatura infantil polaca.

Portada de la edición conmemorativa de los cien años de la publicación de ‘El rey Mateíto’

Con apenas 10 años, Mateíto hereda el trono de su país al morir su padre y tiene que enfrentarse a la difícil tarea de gobernar. «Una de las razones del éxito del libro es sin duda la posibilidad que ofrece de que los niños se identifiquen con algunos personajes de su edad y especialmente con el rey Mateíto. ¿Qué niño no ha soñado alguna vez con ser rey de un país imaginario? ¿A qué niño no le seduce la idea de que las leyes de los adultos son malas y de que él está llamado a reformarlas y a convertir el país en cuestión en un paraíso para todos?», explican Joanna y Monika Poliwka, traductoras de la obra en español en esta edición conmemorativa.

De la guerra hasta la independencia

A medio camino entre la sátira, la utopía y el cuento, ‘El rey Mateíto I’ condensa todo el conocimiento del alma infantil del pedagogo con la realidad que vivía su país en aquel momento y sus propias vivencias personales. El padre de Korczak fue internado en un hospital de enfermos mentales y muere en 1896. «Él siempre temió perder también su cabeza, de hecho por eso no tuvo hijos, por el temor de que heredaran esa patología mental», puntualiza Escobar, autor de ‘Canción de cuna de Auschwitz’.

Además del trauma, la realidad es que la familia perdió su sustento y él tuvo que afrontar esa carga desde joven. Estudió medicina en Varsovia y en el extranjero, especializándose en pediatría. Ejerció como tal unos años, pero dejó el hospital para trabajar en un orfanato. Durante la I Guerra Mundial es movilizado como médico militar dentro del ejército ruso.

Tras la contienda y la proclamación de la independencia de Polonia, llegaron unos años de gran efervescencia en los que el país quería construir un futuro nuevo. «Había un gran optimismo en la sociedad polaca, especialmente en Varsovia, del que se contagió Korczak», señala el historiador. Publicado cinco años después, «’El rey Mateíto I’ es un intento de explicarles a los lectores de menor edad el funcionamiento cotidiano de un país y de una sociedad en todos sus niveles», apuntan Joanna y Monika Poliwka.

Utopía y realidad

También recoge su esperanza de que los niños son los que pueden crear un mundo diferente. En la primera edición del libro, acompaña el cuento con una foto de él de pequeño y escribe «Enseño esta fotografía porque me parece más importante la época en la que quise ser rey que la época en que escribo sobre el rey Mateíto. Siempre he pensado que es mejor fotografiar a los reyes, a los aventureros y a los escritores cuando todavía no han cumplido demasiados años. En caso contrario, parece que desde el principio fueron sabios y que nunca fueron pequeños, y por ello los niños piensan que nunca podrán llegar a ministros, a viajeros o a escritores, lo cual no es verdad».

Foto de niño de Janus Korczak que incluyó en la primera publicación de ‘El rey Mateíto I

El pedagogo creía firmemente que «los niños, al no tener prejuicios, barreras morales o ideas preconcebidas, son capaces de imaginar ideas nuevas. La imaginación era una de las cosas que él más valoraba. De hecho, en su ideario pedagógico estaba recogida la necesidad de potenciarla, por ello celebraba muchos actos artísticos en sus orfanatos», indica Escobar. En ellos organizaba Korczak una verdadera república infantil con constitución, parlamento, tribunal de justicia…, y prácticamente todo era sometido a votación. Esas leyes y normas inspiraron a la ONU para crear los derechos del niño actuales.

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