Los molinos más bonitos que descubren la esencia rural de Formentera

Conocida tiempo atrás como la isla del trigo, este destino balear acoge hoy día hasta seis de estas construcciones que embellecen su paisaje y dan fe de la importancia que llegó a tener el trigo para su población

Imagen del molino Vell de la Mola, en Formentera ALFREDO MONTERO-TURISMO FORMENTERA

Cuando se piensa en molinos de viento es inevitable viajar hasta La Mancha castellana y recordar la lucha de Don Quijote contra estos gigantes. Pero lo cierto es que estas construcciones se extienden mucho más allá de la península formando parte de la historia de otros rincones españoles, como es el caso de Formentera. La menor de las Pitiusas, lugar paradisíaco donde los haya, luce con gran orgullo hasta seis de ellas.

La presencia de estas estructuras va ligada a la importancia que ha tenido el trigo en la isla, que fue un producto alimenticio básico. La aridez de los terrenos no permite casi otros cultivos herbáceos, de manera que la mayoría de campos se dedican al cereal. En un principio, para moler los granos de trigo se usaban los conocidos como ‘molinos de sangre’, los cuales se movían por la fuerza de animales que, con los ojos tapados, giraban en sentido contrario a las agujas del reloj para accionar su muela. Estos eran relativamente pequeños y se solían ubicar en alguna dependencia próxima a la casa. Fue a finales del siglo XVIII, momento en el que la isla comenzó a repoblarse después de varios periodos intermitentes de despoblamiento que se sucedieron desde el siglo XI, cuando empezaron a levantarse las construcciones actuales, que permitían un mayor rendimiento.

Formentera cuenta con seis molinos de viento TURISMO FORMENTERA

Los seis gigantes de Formentera

Formentera llegó a contar con siete ejemplares, de los que seis han llegado hasta nuestros días. El desaparecido es el Molí d’en Simon, que estaba situado en Es Cap de Barbaria. Todos ellos comparten una misma tipología de construcción y de mecanismo presentando una forma cilíndrica, techo cónico y seis aspas. Estas estructuras estaban divididas en tres plantas, la superior que acogía los engranajes, la central, donde se obtenía la harina, y la planta baja, que era el almacén.

En las proximidades de la población principal de la isla, Sant Francesc, se encuentran dos de ellos, conocidos como los molinos de la Miranda. Estos son el de Mateu, que forma parte de una vivienda privada, y el de Jeroni, que es de fácil acceso. Ambos fueron edificados en el siglo XIX y dejaron de funcionar en la década de 1950. Desde aquí se obtiene, además, una bonita panorámica del Estany des Peix y La Savina, de la isla de Ibiza y del islote de Es Vedrà.

Estas construcciones empezaron a levantarse a finales del siglo XVIII TURISMO FORMENTERA

Cerca de aquí está, también, el Molí d’en Teuet, uno de los primeros en entrar funcionamiento, si no el primero. Los datos más fidedignos que se tienen de esta construcción, que ha pasado de generación en generación en la misma familia, fijan su origen en 1751, aunque la primera referencia documentada es de 1773. Este fue restaurado por su propietario en 2019. La estructura posee dos puertas de entrada enfrentadas, una por el lado de Sant Francesc y la otra por el de Sant Ferran.

En la carretera de Ses Roques, en la parte de levante del núcleo urbano de Sant Ferran, se divisa el Molí de Ses Roques (1797), que actualmente está junto a una vivienda y del que solo queda la estructura troncocónica.

Para descubrir los dos restantes hay que dirigirse al Pilar de la Mola, el núcleo urbano más aislado. El Molí d’en Botigues fue uno de los últimos en entrar en servicio, en 1893. Debido a su mal estado de conservación, el Consell de Formentera decidió iniciar en 2019 los trámites para protegerlo catalogándolo como Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento, declaración que tuvo lugar, finalmente, en 2022.

Por último, situado a las afueras de este pueblo, camino al faro, está el Molí Vell de la Mola, el único cuyo interior puede visitarse de forma gratuita. En la romana de su maquinaria lleva grabada la fecha de 1778, considerado así el año de su construcción. En 1781 Francesc Serra ‘Rempuixa’ y Josep Costa vendieron el molino a Mayans ‘Moliner’, familia que lo mantuvo hasta 1993, cuando fue adquirido por la Fundación Islas Baleares, quien llevó a cabo trabajos de restauración para instalar la maquinaria original y convertirlo en el espacio cultural que es hoy día. Este ejemplar tiene la peculiaridad de que fue uno de los últimos en dejar de funcionar ya que estuvo moliendo grano hasta los años 60. Fue declarado Bien de Interés Cultural después de ser rehabilitado.

Molinos d’en Jeroni y Vell de la Mota TURISMO FORMENTERA

Estas construcciones, que forman parte del patrimonio etnográfico de la isla, se han convertido en un atractivo más reflejando la esencia agrícola y rural de un destino que avanza hacia un modelo de turismo respetuoso con el medio ambiente. Y si este no es motivo suficiente para visitarlo, los viajeros han de saber que se dice que el mismísimo Bob Dylan se quedó a dormir en uno de los molinos de La Mola. Además, Sant Ferran acogió el rodaje de una de las escenas más memorables de la película More (1969), ópera prima del director francés Barbet Schroeder, en la que los protagonistas juegan con las aspas del molino cual Don Quijotes. Este acontecimiento hizo que el conocido grupo Pink Floyd, autores de la banda sonora, visitaran también la isla.

La causa que acabó con el cultivo del trigo y con la actividad molinera no fue otra que la llegada del turismo masivo. Pero, el pasado año, la Cooperativa del Camp de Formentera en su apuesta por la recuperación del sector agrario de la isla instaló un nuevo molino de piedra y madera artesanal fabricado en Austria, el cual permite obtener harina de ‘xeixa’, tradicional de Formentera, un producto de calidad y con certificación ecológica con la que pretenden obtener la certificación DOC y recuperar el sobrenombre de ‘la isla del trigo’.

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