Los ‘milagros’ que han conservado uno de los hayedos más pequeños y bonitos de España

Un paseo por el Faedo de Ciñera, un bosque de hayas de cuento y de cuentos en la montaña leonesa

Hayedo de Ciñera, en la montaña leonesa A.A.P.

A tan solo dos kilómetros de la localidad leonesa de Ciñera de Gordón se descubre una isla mágica, deslumbrante por los colores con que se viste durante el otoño y tan llena de magia que pide a gritos recorrerla de puntillas y en silencio. En realidad, más que una isla se trata de un bosque. Un pequeño bosque de hayas apretado entre grandes peñascos calizos que se ha hecho sobradamente famoso por diversas razones. Alguna de ellas, incluso milagrosa.

Porque el principal milagro que envuelve este bellísimo rincón de la Montaña Central Leonesa es su pura supervivencia. Durante varias décadas a lo largo del siglo pasado su mera existencia estuvo amenazada por la intensa actividad minera que tuvo lugar en estas mismas montañas, responsable de la desaparición de hectáreas y hectáreas de bosques parecidos a este como consecuencia de los insaciables desmontes que precedían el inicio de las explotaciones a cielo abierto. O por el tendido de líneas de alta tensión que requerían talar una parte importante de este pequeño bosque y que, finalmente, nunca llegaron a realizarse.

El Bosque Mejor Cuidado de España

Como milagroso parece también que este hayedo poblado de vetustos y venerables ejemplares acabara siendo adoptado por los niños del colegio de Ciñera en un proyecto escolar repleto de actividades que acabó aupándolo con un reconocimiento excepcional: el de Bosque Mejor Cuidado de España otorgado en el año 2007 por la ONG Bosques sin Fronteras en colaboración con la Fundación Biodiversidad.

Es así, por una conjunción de casualidades y empeños, cómo este hayedo, que incluso presume de tener nombre propio, el Faedo, se ha venido a convertir en una especie de pequeño santuario al que peregrinar en cuanto el otoño despliega sus mejores galas.

Entre sus encantos incluye el de una leyenda propia, que se lee en un panel junto al camino, y que fue el regalo de una vecina de Ciñera de Gordón, Josefina Díaz del Cuadro, con motivo del nacimiento de su primera nieta. Y es también el cuento de cómo una bruja del bosque descubrió a los vecinos de Ciñera el poder calorífico del carbón para que pudieran sobrevivir a los duros inviernos montañeses.

Un lugar de ensueño

El paseo hasta este rincón de cuento y de cuentos, en cuyo interior reina con solemnidad el haya Fagus, un ser vivo de 500 años de edad, 6,32 metros de perímetro y 23 metros de altura incluido entre los 100 árboles del libro ‘Árboles, leyendas vivas’, se realiza sin dificultad desde la localidad de Ciñera de Gordón partiendo por el camino que pasa junto al cementerio. Antes de alcanzar el primer kilómetro aguarda la ‘bocamina 50’, el inicio de una antigua galería minera que se contempla desde la reja de entrada, repleta de pequeños detalles que sirven para rendir homenaje a los mineros que pisaban este mismo camino a diario para acudir a sus trabajos.

Es el mismo camino que, una vez recorrido el interior del bosque, continúa por el embudo al que le someten las estrechas hoces del arroyo de Ciñera. Un paso que antaño los días de lluvia los mineros salvaban con miedo a resbalar por una precaria sucesión de palos apoyados en la roca y que hoy se recorre con gusto por una cómoda pasarela. Al finalizar ésta acaba la parte más sencilla del paseo y lo normal es emprender ahí el camino de vuelta. Aunque, si se cuenta con buen calzado y preparación montañera, también es posible seguir los pasos de aquellos mineros hasta cercana la localidad de Villar del Puerto.

Cómo ir al itinerario entre Ciñera y el hayedo

El itinerario pedestre señalizado entre Ciñera y el hayedo es de fácil realización y apropiado para hacer con niños. La distancia entre ambos puntos es de unos dos kilómetros sin apenas desnivel que se recorren sin dificultad por el camino que pasa junto al cementerio de Ciñera. Desde el hayedo hasta Villar del Puerto media otro kilómetro largo más pero con algún repecho importante. La roca, resbaladiza por la humedad, requiere buen calzado.

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