La nueva película de Wes Anderson es un autorretrato del director: ambicioso y tal vez, inexplicable

“Asteroid City”, el undécimo largometraje del vanguardista director estadounidense escrito a dúo con Roman Coppola puede ser, también, una obra de teatro y un programa de televisión en blanco y negro

Para explicar Asteroid City, de Wes Anderson, una meta-película ambiciosa pero disfuncional, tanto en su forma como en su contenido, puede ser útil guiar al espectador hacia atrás, hacia el exterior, desde el centro de este enigmático -y, lo que es más desconcertante, pesado- rompecabezas.

Ambientada en 1955, con un cielo azul como el huevo de un petirrojo que parece haber sido retocado con un filtro de Instagram, y con el fabuloso pero quisquilloso diseño de producción característico del cineasta, la acción principal tiene lugar en la ciudad del oeste americano de mediados del siglo XX: un desolado puesto avanzado en el desierto con no mucho más que un grupo de cabañas de motel y un taller de carrocería, llamado así porque es el lugar donde cayó un asteroide años antes. La roca conservada, del tamaño de una pelota de voleibol, no es algo que inspire asombro, pero atrae cada año a jóvenes entusiastas del espacio y a sus familias para pasar unos días en un campamento científico.

Wes Anderson en el rodaje de su nueva película (Foto: AP)

Y, sin embargo, esta amarillenta postal del pasado se presenta, en el contexto del guión que Anderson ha ideado a partir de una historia ideada con su viejo colaborador Roman Coppola, no como una película, aunque claramente lo parezca, sino como una “obra de teatro”. La acción se enmarca en el contexto de un programa de televisión en blanco y negro narrado por un presentador parecido a Rod Serling (The Twilight Zone), interpretado por Bryan Cranston. En un momento dado, como para recordarle que está viendo un artificio escenificado -como si eso fuera necesario en una película de Wes Anderson-, el personaje de Cranston aparece en el set del drama “Asteroid City”, en color, habiendo entrado accidentalmente desde los bastidores del programa de televisión.

Para hacer las cosas aún más meta, ese programa de televisión -que se parece más a una obra de teatro que al telefilme que pretende poner en escena- se centra en el acto de la creación en sí, ya que vemos a un escritor, el Conrad Earp de Ed Norton, quizá un doble del propio Anderson, componer la acción de “Asteroid City” en lo que parece un decorado. Cuando un personaje que asiste a la reunión de la obra, la estrella de cine Midge Campbell de Scarlett Johansson, le pregunta a otro, el fotógrafo de guerra Augie Steenbeck de Jason Schwartzman, por qué acaba de quemarse la mano con una plancha que estaba usando para cocinar un sándwich de queso a la parrilla. Éste le responde que así está en el guion.

Scarlett Johansson en una escena de «Asteroid City» (Foto: Focus Features vía AP)

Hablando de guión, los personajes de esta última obra de Anderson, siempre aficionado a los nombres estrafalarios, distraen especialmente aquí -Dr. Hickenlooper, Schubert Green, Lucretia Shaver, Linus Mao, Walter Geronimo- como si hubieran sido sacados de la guía telefónica de un pueblo de dibujos animados.

La historia principal gira en torno a la relación -si es que ésa es la palabra adecuada, en una historia en la que todo el mundo parece estar simplemente haciendo su papel- entre Augie y Midge, que acompañan a sus respectivos hijos (Jake Ryan y Grace Edwards) en el campamento espacial. Todo ello con el telón de fondo de la cuarentena que el gobierno ha impuesto, tras la llegada de una nave extraterrestre cuyo piloto -con aspecto de E.T., cortesía del animador de stop-motion Henry Selick– roba el asteroide. Una subtrama tiene que ver con la eliminación de las cenizas de la difunta esposa de Augie, que éste lleva en un Tupperware. Cuando el suegro de Augie (Tom Hanks) aparece para ayudar a las tres hijas pequeñas, Andrómeda, Pandora y Casiopea, interpretadas por las trillizas Ella, Gracie y Willan Faris, su abuelo les ayuda a enterrar temporalmente las cenizas de su madre, señalándoles que puede que no tengan los derechos legales para utilizar el campamento espacial como lugar de enterramiento. “Yo me preguntaría si es siquiera una parcela”, dice Augie, en una frase que suena sospechosamente a Anderson reconociendo los defectos de su propia película.

Wes Anderson, izquierda, con Jason Schwartzman y Tom Hanks en el set de «Asteroid City» (Foto: Roger Do Minh/Focus Features vía AP)

Asteroid City tiene sus momentos, pero son pocos: Jeff Goldblum en un cameo que te dejará boquiabierto como el actor humano que interpreta al alienígena (quien opina que, en su interpretación, el alienígena es en realidad una metáfora) y varios miembros del reparto que rompen espontáneamente a cantar “Dear Alien (Who Art in Heaven)”, una cancioncilla deliciosamente graciosa escrita por Anderson con Jarvis Cocker e interpretada por una banda que incluye al músico brasileño y veterano de The Life Aquatic With Steve Zissou Seu Jorge. Es lo único espontáneo y alegre de Asteroid City.

Quizá todo el esfuerzo sea una especie de autorretrato de un artista que ya no sabe lo que quiere decir, ni siquiera cómo decirlo: “Ya no sé cómo decir lo que quiero decir”. Hacia el final de la película, durante un ejercicio de interpretación dirigido por un profesor de interpretación llamado Saltzburg Keitel (Willem Dafoe), se repite una y otra vez la cantinela: “No puedes despertar si no te duermes”, como si eso significara algo.

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