La justicia debería servir para recuperar la armonía y el equilibrio en la sociedad

Es imposible que haya justicia si no existe el principio de igualdad, en condiciones y en Derecho; no obstante, fenómenos como el racismo, la discriminación y la desigualdad persisten en contra de los pueblos indígenas y otros grupos, afirmó Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz 1992.

Al dictar la conferencia Justicia Indígena, en el auditorio Ius Semper Loquitur de la Facultad de Derecho (FD) de la UNAM, compartió que como integrante de los pueblos originarios tiene una herramienta que ha usado profundamente: la conciencia propia de cuáles son sus derechos.

De forma adicional, aconsejó a los jóvenes estudiantes contar con mayor autoestima “porque el mundo no es color de rosa y está lleno de otros males, las ‘siete vergüenzas’ lo llaman los mayas, como la envidia y el odio”. También buscar armonía y la verdad legítima, de esa manera tendrán una vida útil y plena; “eso es lo que buscamos, ser felices”.

La activista y defensora de la paz refirió que la justicia indígena pretende, en primer lugar, la armonía y el equilibrio, no el castigo. Y para llegar a ello deben concurrir todos los grados de autoridad de una comunidad, y no sólo un juez. Además, se aplica el sentido común universal de que el delito se debe juzgar en el lugar donde se cometió y no en otro.

Los pueblos indígenas tienen un sistema ancestral para la resolución de todo tipo de conflictos; pero el derecho indígena no es un tema nuevo, aclaró Rigoberta Menchú.

Ese derecho incluye un sistema que se basa en la cosmovisión de los pueblos; hay reglas que fundamentan el individual y colectivo como un todo, en conjunto, pero con caracterización propia. Por ejemplo, el daño hecho a alguien también pudo impactar a otros, por lo que los demás se hacen presentes para encontrar una solución.

Lo que más me impresiona del derecho indígena es que, primero, es reparador, es decir, repara el daño al individuo y al colectivo; pero también es conciliador, preventivo, consultivo y educativo. El resultado es un precedente del cual aprenden las personas”.

Los pueblos indígenas usan un código de costumbres para la resolución de sus conflictos y tienen un sistema que busca la armonía, enfatizó. En el derecho indígena también interviene un elemento esencial: el uso del sentido común. Las autoridades impulsan de inmediato el acuerdo y la reparación del daño. Se promueve la verdad y el perdón.

Para la justicia indígena, ancestral e histórica, que ha pasado por procesos de colonización, invasiones, influencias y violencias, también hay retos, entre ellos superar los estigmas y versiones que señalan, por ejemplo, que el derecho entre las comunidades consiste en azotar a una persona, es decir, el sensacionalismo. “Se debe repudiar la visualización de la violencia como derecho”, sugirió.

Esa justicia tiene impacto en lo personal, en la familia, los grupos, la comunidad y, en específico, en la memoria colectiva. El derecho indígena es dinámico, propositivo y evolutivo. Nos invita a la celebración de la vida y el equilibrio para una vida plena, argumentó Rigoberta Menchú.

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