Cuatro militares fueron infiltrados entre los normalistas de Ayotzinapa

El operativo de inteligencia militar en la Normal Rural de Ayotzinapa era más grande de lo que se pensaba originalmente.

Al menos cuatro militares fueron infiltrados entre los alumnos o en su entorno inmediato para elaborar reportes de las actividades de los normalistas: dos de los agentes de inteligencia murieron, y dos más lograron salvar sus vidas y ya han sido interrogados sobre la desaparición de los 43 normalistas.

El primero, conocido como “Juan N” y de quien no se conocía su existencia hasta ahora, sobrevivió porque el día en que desaparecieron los 43 alumnos se quedó en la normal rural por razones desconocidas.

«Juan N: Declara que jamás salió de las instalaciones, por ende, no se enteró de lo que sucedía. Sólo logro escuchar que había una balacera por la pista Zacacoyuca» se establece en el informe presentado ayer.

También señala que: “Se ha buscado un acercamiento con el elemento activo Juan “N”, quien también era alumno de la normal”.

El segundo militar salvó su vida porque se encontraba realizando labores de vigilancia en calles de la capital de Tixtla.

«Se tiene identificado al ‘otro OBI’ desplegado a la cabecera municipal de Tixtla que observa al OBI que forma parte de los estudiantes presuntamente desaparecidos, ingresar a la Normal el 28 de septiembre del 2014», señala el mismo documento.

Lo anterior se desprende del Informe de la Presidencia de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa, en el que se destaca que estos dos militares fungían como OBI -Órganos de Búsqueda de Información- adscritos al área de inteligencia castrense. Su misión era vigilar los movimientos de los estudiantes.

En el reporte se incluye el caso del otro agente militar infiltrado y quien se hacía pasar por alumno, Julio César López Patolzin, desaparecido junto con los estudiantes la noche del 26 de septiembre.

«Las actividades que realizaba López Patolzin, desde el 2012 en la escuela, consistían en informar lo que acontece en las asambleas que se realizaban en la normal; dar seguimiento a las marchas, mítines y cualquier movimiento que los estudiantes realizaban en el estado de Guerrero o fuera de la entidad y detectar vínculos con integrantes de grupos subversivos, grupos de la delincuencia organizada y todo movimiento que pusieran en riesgo la seguridad interior y la seguridad nacional», se expone en el documento.

Horas antes de la llamada noche de Iguala, López Patolzin señaló en un informe que mandó a su superior, el teniente de Infantería Francisco Macías Barbosa, del 27 Batallón de Infantería, que los alumnos tenían un plan de acción para el 2 de octubre del 2014.

Ese fue el último despacho que logró enviar, alrededor de las 10:00 horas del 26 de septiembre y de su destino se desprende una falla por parte de sus superiores que, a la postre, también influyó en evitar que los estudiantes fueran localizados.

Y es que en el informe presentado por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos humanos, Población y Migración de la Segob, se advierte que el superior jerárquico de López Patolzin no realizó ninguna acción para proteger su integridad a pesar de saber que participaría en las actividades de los normalistas. En particular, no activó los protocolos de búsqueda del Ejército una vez que se supo de su desaparición;

«Julio César López Patolzin fue desaparecido junto con los estudiantes normalistas. No obstante que se encontraba activo en el Ejército mexicano realizando funciones de informante y de que su superior jerárquico estaba al tanto de que se encontraba dentro del grupo de estudiantes, éste no realizó ninguna acción de protección a su identidad de búsqueda de su persona, pese a que su deber, cómo lo establece el protocolo para militares desaparecidos, obliga a los mandos implementar medidas contundentes a fin de coadyuvar en la búsqueda localización y en su caso rescate del personal militar desaparecido», se menciona en el informe.

Julio César López Patolzin tenía 25 años de edad, causó alta en el Ejército el 16 de enero del 2009, en el 50 batallón de infantería de Chilpancingo, con un tiempo de servicio de cinco años y ocho meses al momento de su desaparición, cuando tenía dos meses de haber ingresado a la Escuela Normal para estudiar, así lo confirmó en su momento el ex secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, luego de que MILENIO tuvo acceso a las libretas de apuntes de la víctima.

El segundo militar muerto fue confirmado a este diario por Gualberto Ramírez Gutiérrez, ex titular de la Unidad Especializada en Investigación de Delitos en Materia de Secuestros de la entonces Procuraduría General de la República.

También te puede interesar