España escribe sus propias historias infantiles y las cuenta a los niños del mundo

Más de 60 sellos y agentes nacionales se han trasladado estos días hasta Bolonia (Italia), donde se celebra la mayor feria internacional del libro infantil y juvenil.

Una viñeta del libro ‘El monstruo de colores’.

Las emociones son un asunto complicado y todos los adultos lo saben. El protagonista de El monstruo de colores, en cambio, no acaba de entenderlo. Cuando se tumba en su hamaca, siente paz. Si se encuentra alegre, baila y juega. Pero a veces su felicidad se mezcla con la tristeza, o su rabia se contagia de miedo. Y la pobre criatura se confunde. Igual que cualquier niño. En Cataluña, donde Anna Llenas inventó esta fábula en 2012. En Galicia, País Vasco o el resto de España, donde se tradujo. Y en otros muchos rincones del planeta. Tanto que hasta 33 países han comprado al sello Flamboyant los derechos para publicar el libro en su propio idioma. Incluso se venden peluches del bicho risueño o enfurruñado. “Que una autora catalana llegara tan lejos dio seguridad a otros creadores y editoriales para lanzarse”, reflexiona Eva Jiménez, directora general de Flamboyant. Porque tal vez este sea uno de los mayores éxitos de exportación de la literatura infantil española. Pero no es el único: hace tiempo que España ya no solo compra relatos de otros. Cada vez más, escribe sus propias historias. Y las leen los pequeños de todo el mundo.

Más de 60 sellos y agentes nacionales se han trasladado estos días hasta Bolonia (Italia), donde se celebra la mayor feria internacional del libro infantil y juvenil —a la que este periódico ha sido invitado por la organización—. He aquí un primer indicio: pocos países cuentan con tamaño desembarco. Puede que las colosales casetas de Noruega, Alemania o el emirato de Sharjah, huésped de honor de este año, atrapen más el ojo. Tal vez el visitante se deje cautivar antes por caras familiares, como Astérix o Pippi Calzaslargas. Pero basta incluso una vuelta rápida por los pasillos para que se asome una miríada de presencias españolas. En las decenas de dibujos con firma inequívoca que pueblan las coloridas paredes de la feria. En los libros en gallego que ojea un visitante intrigado. En un encuentro del programa oficial que plantea un viaje ilustrado por el País Vasco. Y, en general, en todos los editores que han traído hasta aquí su catálogo de sueños y aventuras en castellano —y lenguas cooficiales—.

Una viñeta del libro ‘El monstruo de colores’.

“Los álbumes ilustrados nacieron fuera de España. Hace 10 años casi todos se importaban. Pero poco a poco se han ido desarrollando mucho. Hoy muchos prefieren publicar con autores locales”, constata Luis Amavisca, editor de Nubeocho. En eso, prácticamente todos los entrevistados coinciden. Ni tampoco hay discrepancia en identificar a los gigantes originales de este mercado: Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Su presencia todavía resulta clave. Pero otros actores como España —o Italia y Corea del Sur, según apunta la directora de la feria de Bolonia, Elena Pasoli— empiezan a ganarse un lugar al sol. Y más en una feria que, este año, cuenta con una presencia asiática, estadounidense o latinoamericana reducida por la crisis sanitaria. De los 140 títulos de Nubeocho, tan solo unos 14 o 15 son importados. Flamboyant empezó comprando derechos extranjeros; hoy, en cambio, el 60% de su producción es cosecha propia. Y vende sus libros, de media, “a unos seis o siete países”, en estimaciones de Jiménez.

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