El rey Carlos III decide no vivir en el Palacio de Buckingham

El 8 de septiembre, a los 73 años, la vida de Carlos III tal y como había sido desde que era un niño cambió radicalmente. El monarca, que se estuvo preparando durante décadas para su nuevo papel, cogió inmediatamente las riendas de la corona británica tras el fallecimiento de Isabel II. Una de las primeras decisiones que ha tomado como rey es la de no vivir en el Palacio de Buckingham.

Desde el año 2003, el monarca reside con Camila, su esposa y actual reina consorte, en Clarence House. Allí se mudaron un año después de la muerte de su abuela, la reina madre de Inglaterra (que falleció en 2002, a los 101 años), que había vivido allí durante medio siglo junto a su hija menor, la princesa Margarita. Carlos no quiere mudarse al palacio de Buckingham porque considera, según han informado al diario británico The Sunday Times fuentes cercanas al rey, que “no es apto” ni adecuado “para el propósito del mundo moderno” y que su mantenimiento no es “sostenible”.

Los reyes dividirán su semana en tres residencias. La primera será Clarence House que, como los últimos 20 años, será su vivienda principal, y que se ubica a tan solo 400 metros de Buckingham, en la que pasarán tres días a la semana. La segunda será el castillo de Windsor, donde residirán el resto de la semana. La tercera, en la que pasarán los fines de semana, será la finca de Sandringham, en Norfolk, a unas tres horas al noreste de Londres. Allí es donde la reina Isabel II pasaba la Navidad, una costumbre que heredó de su padre, Jorge VI, que murió precisamente en Sandringham. Se desconoce si el nuevo monarca también seguirá esa tradición materna, al igual que tampoco se sabe si pasará los veranos en Balmoral, Escocia, como hacía la fallecida monarca (que, de hecho, murió en esa finca). Tampoco hay que olvidar Highgrove House, la idílica residencia privada en el campo que tiene la pareja en Gloucestershire, y que Carlos adquirió en 1980. Desde entonces, ha dedicado su tiempo a cuidar los terrenos y jardines.

La fuente que cita la edición dominical de The Times expresa la sensación de desapego del nuevo monarca con respecto al vetusto palacio londinense. “Él no lo ve como un hogar futuro o una casa que se ajuste al propósito en el mundo moderno. Siente que su mantenimiento, tanto desde el punto de vista económico como ambiental, no es sostenible”, ha afirmado. Aunque no quiera vivir en palacio, sí que tendrá que llevar a cabo los asuntos de estado desde Buckingham.

Además, el palacio se encuentra a mitad de un proyecto de remodelación —que está muy atrasado— y que se espera pueda completarse en 2027. Estos cambios tendrán un costo de 369 millones de libras esterlinas y estarán financiados por los contribuyentes. Se trata de la primera gran obra que se realiza desde la Segunda Guerra Mundial, por lo que se harán cambios en el cableado, en los caños y en los sistemas de calefacción. Cuando comenzó la obra, en 2015, se esperaba que el coste fuera de unos 210 millones de euros, por lo que en estos siete años se ha duplicado y extendido en el tiempo.

En 2021, The Sunday Times informó que el por entonces príncipe planeaba abrir los palacios reales cuando se convirtiera en rey y transformar los “espacios privados en lugares públicos”: “Quiere atraer a la gente para que se conecte con la institución y que pueda acceder a sus palacios”, relataban fuentes cercanas. En verano de 2021 se permitió conocer la zona exterior del palacio, sus más de 15 hectáreas de jardines, pero las críticas calificaron la visita de “decepcionante” y de “timo absoluto”.

Cuando Isabel II se convirtió en reina después de la muerte de su padre también se resistió a mudarse desde Clarence House a Buckingham. Una actitud que ha replicado su hijo tras convertirse en rey. En el caso de la monarca, fue Winston Churchill quien le pidió que se instalara en el palacio junto a Felipe de Edimburgo, que también mostró un fuerte rechazo por ese inmenso y frío palacio de 77.000 metros cuadrados y 775 habitaciones.

En marzo de este año, la reina Isabel II decidió abandonar definitivamente el palacio de Buckingham y establecerse de forma permanente en el castillo de Windsor, un lugar más pequeño y más alejado de los turistas. Aunque el cambio de residencia se hizo definitivo en 2022, la monarca llevaba viviendo en Windsor desde el inicio de la pandemia y fue, también, el lugar en el que falleció su marido, el duque de Edimburgo.

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