LA MENSTRUACIÓN DIGNA NO DEBERÍA DE SER UN PRIVILEGIO

Una mujer gasta mas de dos salarios mínimos mensuales para poder cubrir una necesidad básica que debería de ser atendida por el gobierno.

En México la menstruación aún es un tema tabú para muchas personas, la ignorancia y el desconocimiento sobre el cuerpo femenino siguen siendo limitantes que en la actualidad nos afectan al desarrollo de salud pública digna para todas y todos.

La menstruación debería de ser un tema de salud pública que debe de tomarse con la seriedad debida y comenzar a manejar normas para que el proceso natural de cada mujer sea llevado a cabo con dignidad.

Una mujer puede gastar entre 426 a 688 pesos mexicanos en toallas femeninas al año. Considerando que el salario mínimo en México es de 172.87 pesos diarios.

Considerando que en México existen 10.9 millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema según la IMCO ( centro de Investigación En política pública) se considera que existe un gran rango de mujeres y niñas que no cuentan con los accesos económicos para poder cubrir dicho recurso económico.

La menstruación no es una elección y la salud pública no debería se considerada un privilegio, el gobierno debería de tener considerada dentro de su programa de salud un programa que avale y garantice una salud pública digna.

La legisladora laborista Monica Lennon desplegó una campaña para votar una ley que abordara lo que se ha denominado “pobreza menstrual”: no tener recursos para adquirir productos adecuados.

En los medios de comunicación se inició el debate acerca del impacto en la vida de las mujeres por tener o no productos menstruales debido a su costo. En un programa de la BBC, la organización social llamada Hey Girls declaró que los productos menstruales deberían ser igual de accesibles que el papel de baño en los baños públicos. Luego algunos restaurantes y pubs empezaron a ofrecerlos gratis en sus instalaciones sanitarias. Ciertos reportajes documentaron las formas tradicionales para sustituir una toalla sanitaria, desde los tradicionales trapitos que se lavan una y otra vez hasta argucias actuales, como la de rellenar de papel periódico un calcetín.

La ley escocesa, titulada The Period Products (Free Provision) (Scotland) Bill, obliga a las autoridades locales a garantizar el acceso gratuito a los productos. Dichas autoridades se deberán organizar prácticamente para que se cumpla una ley que reconoce distintos tipos de productos y diferentes necesidades. Las mujeres no tendrán que justificar la cantidad que necesitan y la obtención de los productos no deberá ser compleja ni burocrática. Los productos deberán estar accesibles en instituciones locales y educativas, sin que las personas tengan que solicitarlos; no deberán llenar formularios ni otro tipo de información.

En todas partes las creencias sociales acerca de la sangre menstrual siguen incidiendo en la organización de la vida colectiva, y en la forma en que las mujeres resuelven, además de las cuestiones prácticas, el tabú, la incomprensión o el desagrado que produce ese aspecto central de sus vidas. La antropóloga británica Mary Douglas (Pureza y peligro, Siglo XXI Editores) considera que el tabú es un mecanismo para proteger el orden social, y sí, para las sociedades patriarcales el tabú acerca de la menstruación funciona muy bien para mantener desigualdades sociales y políticas respecto a la forma en que se trata a las mujeres. Eso justamente hacen los talibanes: dado que a simple vista no resulta fácil detectar cuando una mujer tiene su regla, lo mejor es mantenerlas lejos a todas, incluso segregarlas en espacios especiales.

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